Crónica por Miguel Anguel Ponce debutante en el Campeonato extremeño de rallyes de asfalto, en el XXVI Rallye Norte de Extremadura
Historia de un sueño
No olvides nunca que si puedes imaginarlo, puedes conseguirlo. Porque si los trabajas, los persigues, y los mereces, acabarás cumpliendo tus sueños.
Son las dos de la madrugada de un viernes de finales de Mayo. Por un motivo que aun todavía no recuerdo me encuentro en el Hotel Cañada Real de Malpartida de Plasencia, pasando unos apuntes a limpio.
Es ya bastante tarde y a la mañana siguiente he de levantarme pronto, tengo pocas horas por delante para descansar y el sábado será muy largo… Creo que debo dormirme, despejar la mente, soñar con esas cosas que tanto me gustan (no, no son sueños eróticos, aunque esos tampoco están mal). Cierro los ojos y pienso, “mañana será otro día”.
Un sueño raro me acecha, lo contaré en primera persona para no descolocarte mucho. Te digo que es raro, porque lo primero que ocurre en mi sueño es que me levanto de estar durmiendo ¡Curioso ¿no?! Salto de la cama preocupado porque temo que sea tarde. Voy corriendo hacia el móvil a ver la hora, la alarma estaba puesta para las 6.00h y son las 5.57h, hasta en sueños clavo mi reloj corporal…
Me giro, y entre los primeros rayos del día que entran por la ventana, veo que Antonio Gómez, sí sí, el mismo que escribe en este foro, y hace las crónicas de GTs para la web, el mismo que ha copilotado durante muchísimos años a José Luis Ascarza (a partir de ahora lo llamaré Pepe) esta durmiendo en la cama de al lado. ¡Ojo, en la de al lado! Ya dije que este sueño no era erótico, y menos con esa tendencia sexual, con todo mi respeto a los gays.
Lo curioso es que no me sorprende. Para mi es normal que Antonio este ahí. En la otra habitación contigua escucho el ruido de una persona moverse, y al toser reconozco a Pepe. “OK, ya esta despierto” Pienso yo mientras que voy cogiendo la toalla, mis calzoncillos de Superman y… ¿ropa ignifuga? Pues sí, ropa ignifuga. Lo raro, valga la redundancia, es que nada me resulta raro.
Después de aseado, vestido, y desayunado, Pepe y yo nos montamos en su coche y nos dirigimos a El Berrocal. A estas alturas ya habrás descubierto de que mi sueño trata de que, por fin voy a correr en rallyes. ¡Y joder, como se nota que es un sueño, porque he cogido todo lo mejor que he podido coger! Un Evo IX, un piloto con más de 200 carreras a sus espaldas, un gran equipo de mecánicos y un espectacular rallye. ¿Quién dijo crisis? Al menos en los sueños no.
Nada mas llegar a El Berrocal me dirijo al podium de salida para coger la hora oficial del rallye.
Allí me vuelvo a encontrar con foreros copilotos a los que considero también amigos, como son Manuel Pedráz y Javier Martínez. El primero se afana y revuelve para coger la hora de mi reloj, y el segundo me pregunta que si he podido dormir. Mientras, en fila, ya esperan algunos vehículos como el de Enrique Acosta, Santi Barragan o Arbizu para subir al podium y tomar la salida. Voy deseando buena suerte a todo aquel que conozco personalmente que voy viendo.
Tomada la salida, y ya en la asistencia libre, Juanma, Pedro, Antonio y Javi, se afanan por dejar todo perfecto al mismo tiempo que me dan algunas indicaciones, sobre todo de la presión de las ruedas antes de salir al tramo.
¡Todo OK, vámonos para Hervas!
El roadbook me desconcierta, y algunas indicaciones me parecen ambiguas, menos mal que me conozco el camino… El enlace se me hace largo aunque bellamente amenizado por el amanecer sobre la preciosa sierra del Ambroz. Es la calma antes de la tormenta.
Entrando en el pueblo le digo a Pepe que nos paremos a colocarnos los cascos y HANS en la calle que baja al puente, pero mas adelante rectifico y le digo que se pare en la báscula municipal.
Control Horario 1: La Garganta. Estoy tan preocupado por tener las notas en correcta posición, y el crono preparado para iniciarlo que se me olvida darle el carnet de ruta al comisario. “¡Vamos niño!” Exclama Pepe. Aun así no estoy nervioso por lo que me viene. Se nota que es un sueño, porque siempre he dicho que ante esta situación estaría nervioso, y que la noche antes habría tenido nauseas.
3, 2, 1, ¡YA! Salimos a un tramo rápido, de buen asfalto, y con las ruedas frías. Noto como en varias curvas el coche tiene a irse de morro.
Llegamos a una Izquierda 2 puente y… de repente veo una gran masa de gente subida en la ladera de una Derecha 3 ++ que engancha con una Izquierda 2 paella. ¡Ostia que pasada! Pienso mientras voy cantando las dos ultimas curvas que acabo de mencionar. Y al llegar a la Izquierda 2 paella veo por el rabillo del ojo como Pepe tira de freno de mano mientras que encaramos la subida. ¡Dios que puta pasada! ¡Ha tenido que quedar guapísimo!
Seguimos tramo arriba y al pasar la hoja veo que no me concuerda la curva. No se como coño hice pero, en sueños, pensé rapidísimo y tire para la hoja anterior, verifique numeración de la pagina y rápidamente enganche con la curva que tocaba. “Uuff” pensé.
Llegando al final, veo mi indicación de parar el crono en las notas. “Mierda se me ha olvidado” dije para mi. Con la mini-cagada de no darle el carnet al comisario, y la seguida vergüenza me olvide de poner en marcha el reloj.
El enlace hasta Lagunilla se me hace tranquilo, comentamos un poco el tramo y poco más. Yo echo mis cuentas y bajo la ventanilla para que me de el aire. Siento algo de nauseas. Esta sensación se repetiría entre tramo y tramo aunque yendo cada vez a menos.
Nos paramos a unos largos metros del chopo de salida de Lagunilla para no entorpecer a quienes van por delante en la lista de salida, somos los primeros ya que los otros equipos se habían parado en Abadía y no queremos entorpecerles. Llegan Santi y Fran y me intereso por como les va, “Bien” me responden. Detrás Juanin Arbizu quien con gestos me contesta que va bien y adaptándose poco a poco al coche. Por cierto, a Enrique y Joaquín no les digo nada porque ellos, por horario, no pararon cerca sino que se dirigieron hacia el control horario de salida.
Puesto el casco y el HANS, compruebo las presiones de las ruedas.
¡30 segundos! Exclaman en salida. Varias personas están a ambos lados del coche, mas que en ninguno de los chopos que vi. Mientras le leo las primeras curvas.
¡YA! Me pego al bacquet como si fuese un títere. Increíble la potencia instantánea del Evo IX.
Después de varias curvas semi-rápidas y poca o ninguna referencia para situarme llegamos a la zona que, si hubiese tenido otro sueño pero solo de entrenos, mas facil me hubiera parecido. Las horquillas. De nuevo el Evo hace gala de su potencia de mas de 300 caballos y sube las horquillas que da autentico gusto. Este tramo lo disfruto mucho más que el anterior ya que el ritmo había sido mejor y no habíamos tenido problemas de ningún tipo.
Ahora toca el tercero: Montemayor del Rio.
Recuerdo como mis amigos, los hermanos Colchón, me habían hablado de este tramo en otro sueño anterior. Un tramo 100% copiloto. Y como el cabroncete de Manuel me metía miedo. Por lo que se ve en este sueño anterior también iba a correr el Plasencia…
En el enlace le voy recordando a Pepe los sitios a tener en cuenta. Los cruces, donde comenzaba la zona sucia del tramo, la curva a derechas cerrada y sucia del principio, o esa maldita curva de doble radio que también estaba de las primeras.
Estoy muy tranquilo, si ya lo estaba antes ahora más, puesto que los dos tramos anteriores habían salido muy bien. Los deseos de correr ese gran tramo me fluían por todo el cuerpo, pero a la vez me concienciaba de ser muy cuidadoso con los cambios de ritmo y rápido en los golpes de vista con las curvas de la zona rápida. Además aquí tampoco me podía apoyar en hitos kilométricos. Afortunadamente tengo una buena memoria visual y de ubicación, si, hasta en sueños la tengo, y confiaba en que ella sabría reubicarme si me pierdo y adelantarme a las curvas para con ello saber adaptar el ritmo y entonación. No en vano las notas las llevaba muy bien redactadas y señalizadas.
Comenzamos el tramo y con antelación y tono adecuado le canto a Pepe la derecha de doble radio que se cerraba al final. Vamos trazándola y veo como corta la zona final, en ese momento oigo ¡Pum! Y siento como el coche se mueve de atrás. Pepe no dice nada, yo no digo nada y seguimos a nuestro ritmo.
Pasamos los dos primeros cruces y entre el 3º y el 4º Pepe exclama “¡Al coche le pasa algo, creo que hemos pinchado!” Cogemos el cuarto cruce notando movimientos extraños en el coche. Yo veo a un tío a la izquierda en la salida del cruce que se lleva las manos a la cara. Para mis adentros pienso “Madre mía, a que en vez de un pinchazo va a ser una ostia en el paragolpes…”. “¡Hemos pinchado!” repite. Miro la aguja del diferencial para comprobar que no es que este se haya estropeado y así pensar que sí, que realmente ha sido un pinchazo. La aguja esta bien y le digo “¿Quieres que paremos?”. Sabía que era un error parar, pero es su coche y él manda sobre los daños del mismo. “¡Me cago en la puta, joder!” suelta, “Venga tranquilo te canto mas despacio” le respondo. “¿Cuánto queda?”, “Seis folios” (solo escribo cuatro líneas por folio, por lo que quedaba poco), “¡Joder que mala suerte coño! ¡Con lo bien que íbamos!”, “Venga vamos a estar a lo que estamos”. De nuevo vuelve a repetir “¿Cuanto queda?”, “Tres folios”. “Joder y ¿Cuánto son tres folios?”, “Poco, ya queda poco.”. “¡Joder que putada un pinchazo!”, a lo que ya le contesto “¡Me cago en la puta vamos a estar a lo que estamos! ¡Ya no podemos hacer nada joder!”.
He aquí la típica conversación entre copiloto y piloto en la que el copiloto debe ser la cabeza fría del coche e intentar que el piloto se centre en conducir. Estuvo guay eso de gritarse. Maldito sueño…
Pasados el control de meta y el de fin de parque cerrado, me lanzo rápidamente a coger todas las herramientas para cambiar la rueda, mientras Pepe engrana una marcha para que no se mueva el coche.
Hemos perdido sobre un minuto en el tramo, y si a ello le sumamos lo gastado en el cambio de rueda y en lo despacio que vamos a tener que ir por el enlace debido a los grandes baches que hay nos da como resultado una llegada tardía al reagrupamiento. Eso pensábamos de camino, afortunadamente no ocurrió.
Antes de entrar a la asistencia voy cogiendo los tiempos de otros participantes y a la salida de ella cometo el fallo más importante de todo el sueño.
No le digo a Pepe que solo tenemos cinco minutos para llegar al control de salida del tramo. Por ese motivo no salimos con los cascos puestos de la asistencia, sino que nos paramos de nuevo en la báscula. Pero por si eso no fuera poco el freno de mano se queda enganchado y no se quita… Cuando salimos de allí nos quedaban menos de dos minutos. La había “cagado”, íbamos a penalizar… Y así fue. Pero esto no podía quitarme concentración, y cuando salimos al tramo todo se dejo a un lado.
Al llegar a meta la sensación es mucho mejor que la anterior pasada, al igual que el tiempo. Aun así a ninguno nos gusta el tramo.
Llegados al final de Abadía aparcamos detrás de Tomé, y mientras nos estamos poniendo el casco y el HANS aparece mi amigo Pedro Espino. Yo totalmente sorprendido (él estaba en la parte de cola de la lista, con el 205 GTi de Manuel Trasmonte) le pregunto “¿Qué haces aquí?”, “Na, que nos salimos en La Garganta, nos sacaron y pudimos seguir, pero aquí ya se ha acabado de estropear el coche…” “Joder que putada… ¿Y Trasmonte?” “En la grúa, con el coche.”
Al poco aparece el siempre simpático Manuel Trasmonte y tras intercambiar un par de frases más con ellos me meto en el coche para seguir y allí a la sombra de un árbol los dejo.
3, 2, 1 ¡VAMONOS!
Poco hay que contar de esta pasada. El ritmo fue mejor, pero por desgracia un trompo en la primera horquilla nos haría no superar la anterior marca. Más tarde se lo diría a Pepe, que cuando íbamos tomando la horquilla y tiró de freno de mano, sabía que nos iba a hacer un trompo. ¿Por qué lo supe? No lo sé, simple intuición y sensación.
Ahora volvía Montemayor, el tramo precioso. Concentración cien por cien.
En los recordatorios le digo que no corte en la de doble radio. No obstante, después, en plena carrera, se lo volvería a decir cuando encarábamos la curva.
Este tramo fue simplemente 10. Todo salió perfecto. Ritmo de carrera, ritmo de notas, entonación, sincronización, disfrute… Todo. Iba animando a Pepe como un cabrón “¡Vamos, vamos Pepe! ¡Lo estamos haciendo de puta madre!”.
La parte negativa, y reconozco que durante unos segundos sentí algo entre miedo e incertidumbre, fue cuando, después de una izquierda rápida veo, antes de una derecha ya no tan rápida, un triangulo de emergencia, y justo después a Enrique Acosta y Joaquín Ortiz. Mi pensamiento instantáneo fue “Espero que el coche no esté en medio de la carretera” (Ahora lo pienso y, después de haber salido varios coches delante nuestro eso era ya imposible).
De camino a la parada de mediodía en Plasencia me ocurre algo que me había pasado antes también entre tramo y tramo. Me emociono. Sí sí, me entran ganas de llorar, se me retuerce la cara y por mis ojos salen algunas lagrimas. Esto es grande, esto es increíble, soy un puto afortunado... ¡Vivan los rallyes coño! Pero bueno... no nos emocionemos mucho que es un sueño jejeje.
Reagrupamiento y asistencia, el único paro de verdad en todo el día. El único momento para comer algo medio decente. Gracias desde aquí a Antonio por el bocadillo de salchichón y queso, simplemente espectacular.
Durante este rato calculo los kilómetros del siguiente bucle, para el tema de la gasolina, y compruebo que no haya cometido ningún fallo al pasar las notas a limpio de dos tramos que me quedaban por verificar. De haber cometido fallo no habría problema, tenía las "sucias" y mis "sucias" son bastante "limpias" jeje.
En eso que aparecieron mis padres. ¿Mis padres? ¿En un rallye? y ¿Solo habiendo ido a la segunda de Lagunilla? Menuda locura, menudo sinsentido, menudas cosas raras tiene este sueño... Después de su visita express, de terminar de verificar notas, y comer... ¡a sacar el coche! Allí en el chopo pude conocer a un simpático Sergio Cerezo. Gran copiloto madrileño que en esta ocasión iba en el Clio Sport verde y blanco.
Afortunadamente en la asistencia había poco que hacer y nada importante. Aun así el tiempo se pasa volando y yo con tanto horario encorsetado me agobio, pero bueno, no me lio, que nos vamos para Arroyomolinos.
Creo que en la espera a la salida de Arroyomolinos ha sido la vez que mas he sudado en mi vida. No se cuantos grados haría, pero macho, a casi las cuatro de la tarde, con un sol de dos pares de cojones, y mas capas que una cebolla, estaba que parecía el manantial Los Riscos. Y es curioso como, de camino al tramo, pensaba hacia mí "si se me acabase el rallye iba a estar igualmente contento, ¡Que me quiten lo bailao! Estoy disfrutando como un cabrón."
Antes de empezar le recuerdo, como en todos los tramos, las observaciones y puntos a tener en cuenta, y también le digo a Pepe que vayamos con cabeza, que de arriba ya se ha caído mucha gente y podemos aprovecharlo de cara a la clasificación general final.
Delante de mí había cien metros, una derecha y seguido un pequeño rasante.
¡VAMONOS!
El tramo era muy rápido. Rectas, curvas rápidas, entallón con curva lenta, y otra vez todo de nuevo. Exceptuando la parte del medio que era flipantemente rápido, de ciento y algo no se bajaba.
Pero antes de llegar ahí recuerdo algunas cosas, como una izquierda dos que estaba muy sucia. Cuando la cogimos lo primero que pasó por mi cerebro fue la gente que estaba en la escapatoria, y de ahi al miedo a salirnos y atropellarlos debido a que íbamos rápido y había bastante gravilla. Todo en decimas de segundo. Increíble la mente humana.
Después la zona del rasante. Cien metros, rasante con fe y ciento cincuenta metros que acababan en derecha no dudar (la graduación más rápida de Pepe) y otros cien metros. Yo sabía que ese era el punto mas rápido del tramo, y quizá de todo el rallye, por ello ya estaba preparado para mirar el velocímetro. El trazado me lo permitía. 173, 174... ¡Y subiendo! Más tarde la telemetría diría que alcanzamos los 190 ¡Que puta pasada! ¡Me pone y todo!
El ritmo estaba siendo buenísimo y la sincronización era del 100%. Estuve a punto de animar a Pepe en varias ocasiones como hice en la segunda de Montemayor.
Pero al llegar al cruce se producía el fallo. El coche generó un fuerte apoyo en la rueda delantera izquierda, esto, unido a que delante teníamos montadas ruedas nuevas que estaban más calentitas que el palo de un churrero, dieron como resultado que el palier chico de esa parte se rompiera. Aun así en ese momento no se notó, fue curvas mas alante, en unas izquierdas que se hacía en leve subida cuando el coche comenzó a hacer un comportamiento extraño. Las marchas entraban pero el movimiento no conseguía llegar a las ruedas y un sonido raro salía desde el frente.
"¡Hemos roto!" Gritó Pepe, que veía impotente como al coche le costaba subir los pequeños rasantes. Para mi solo fue la confirmación de la sospecha que tenia por el ruido que oía...
A duras penas llegamos a la meta ya sin esperanzas de poder continuar. Pepe estaba mas afectado, no es porque sea suyo el coche, sino porque el se pone mas "cabreado".
Aunque intentamos solucionarlo no fue posible, y allí, en la bonita comarca de La Vera, terminaba el periplo.
No se si será porque fue un sueño o no, pero cuando me desperté de él solo podía sonreír. Cada vez que lo recuerdo una felicidad impresionante me llena todo el cuerpo.
Recuerdo las sensaciones, olores, imágenes, sonidos y... ¡buffff!
A partir de aquel día tengo aún más claro de que a esto es a lo que me quiero dedicar dentro de los rallyes. El copilotaje. De forma vocacional.
Por ello esto va dedicado a todos esos copilotos que siempre están en la sombra, haciendo grandes rallyes, siendo, a la vez, mecánicos, estrategas, psicólogos... Por ellos y por el gran trabajo NO RECONOCIDO que hacen va este relato. En especial a tres de ellos. A Juan Manuel Flores, por ser un buen amigo y dejarme toda la vestimenta ignifuga para correr. Mil gracias, eres parte importante de esto. Y como no, a dos grandes personas y amigos, los hermanos Colchón. Por enseñarme y ayudarme en todo. Por estar siempre ahí. Si algún día llego a ser un buen copiloto habrá sido gracias a ellos dos.
A toda la comunidad extremeña de rallyes que me ha apoyado y se ha preocupado por mí, y a mis amigos ¡GRACIAS! y a mi tío Tomás, porque sin él no hubiese llegado hasta aquí ¡MUCHISIMAS GRACIAS! Y por supuesto… a ADAS Sport. Aquí sobran porqués.
¡Vivan los rallyes, viva esta pasión, y viva el olor a gasolina de competición!
PD: Tengo un mono encima que no puedo con él. texto: Miguel Ángel Ponce - foto: likofotoracing